miércoles, 27 de febrero de 2013

Elena


La arrogancia se puede camuflar bajo la pureza de la fe, cuando proviene de la ignorancia. Posee un hedor característico, poderoso, como todo aquello que siembra semillas del pecado.
 
Elena se sentaba frente a mi puerta a esperar, a llorar, a mirar fijamente el sol a ver si quedaba ciega. Esto durante cada día durante al menos cinco años de mi borrosa vida.  En este tiempo, mis acciones en respuesta a ella se resumían en dejarle un ramo de narcisos al pie de la escalinata que conducía a la reja de mi hogar, guardando la esperanza de que este mínimo gesto bastara para que volviese al otro día. El tiempo fluía indómito y nuestra relación de carácter fantástico no parecía tener indicios de cambio, dirán que por mi desdén y desidia, mas soy un convencido de que su dramatizmo era una muestra de soberbia que me intimidaba, digo, hay que tener cojones para plantar un número así, extenderlo por tantas lunas y no tener reparos en olvidar todo lo demás que se encontrase fuera de mi patio delantero. Sí, me intimidaba, y confieso que al final del día no la veía como persona, la pensaba más bien como una especie de ángel deshumanizado, que decidía mostrarse arrogante frente al mundo, mas vulnerable frente a mí y montarme ese delicioso acto teatral con el único propósito de acercarse un poco más a mi sórdida presencia o quién sabe, quizás soy yo el que peca de soberbia y su objetivo siempre fue hartarse con las flores, pues el último día de esos casi cinco años, no hubieron narcisos al pie de la escalera y nunca más la volví a ver.

martes, 15 de enero de 2013

Trigo y luego pan.

Se siente un vibrar en el suelo, el aire huele metálico y hay lágrimas en el viento,
que saben a olvido y rencor a la vez. Quien sea que esté llorando, olvidó el temor
y guarda rencor hacia la traición, traición de su misma sangre.

Por fin el vibrar se hace más intenso, el olor metálico se vuelve verbo y se puede ver la sangre
en las yagas de los pies y de las manos de todos aquellos que marchan sin parar.
Se escucha un clamor intenso, una voz que une miles, un temblor que los envuelve a todos,
que los aterroriza, que les hace querer huir, mientras no pueden evitar escuchar:

¡No se engañen a sí mismos, descongelen ese corazón de hielo!
¡Déjennos recorrer el mismo camino a la par con ustedes, pues si no somos iguales,
no es nuestra culpa sino la vuestra, por no hacer nada para recogernos del suelo!
¡Ya no tememos, los odiamos, no queremos olvidarles, mírennos, huélannos, escúchennos!

Te soñamos, hermano, con tus lágrimas cayendo por la misma tierra que hoy pisamos.
No nos mientas ni destiñas el mundo que ambos conocimos de pequeños,
te pido que en cambio, siembres el trigo y hagas pan conmigo,
para que luego alimentemos a nuestros hijos y los eduquemos de la misma manera.

¿Qué me dices?

Primera vez

Se siente como si fuera la primera vez, mi mente se estrecha de nerviosismo y mis manos tiritan, sudan, temen al fracaso. Supongo que solo tengo que recordar que nunca se trató del éxito. Se siente como la primera vez, así es que quiero escribir tal cual... como la primera vez que escribí por amor y ver que sale. 

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Aquella vez era invierno, pues el invierno se ajusta a mi personalidad. La luna estaba grande y oculta tras nubes oscuras, la nieve se veía vasta y amplia, habían árboles por todo el lugar. En esa ocasión era un hombre, de esa manera me defendía al leerlo, podía sentir lo que quisiera, total ese no era yo. Hoy es una mujer, de estatura media, contextura media, un poco dejada. Camina tranquila por la eterna y desesperanzadora avenida, cansada y sin audífonos, sin un libro en la bolsa, sin un cuaderno. Va cargada con un par de textos recién fotocopiados, que probablemente nunca leerá, y un estuche lleno de destacadores de distintos colores, que probablemente nunca usará. Camina para juntarse con sus amigas, con su pareja, con sus amigos, con quien sea menos con ella misma. Camina cansada, sí, pero porque por dentro va corriendo y ya no quiere más, pero no sabe parar. 

De pronto suena su celular, es su amiga, su pareja, su amigo, quien llama para avisar que no va a llegar, que algo pasó y que lo siente, pero hoy no se podrán ver. ¿Que hará? No puede salir a comer sola, tendrá que ir al supermercado y comprar algo para preparar, pero luego tendría que subir el cerro en ese frío día de invierno, pronto se pondrá a llover, ¿qué hará? De pronto se le subió la sangre a la cabeza, esta mujer está colorada. Pensó que sentarse sería una buena idea, a pesar del frío. Pasaron los minutos, la hora estaba por llegar y aún no se decidía a levantarse y hacer algo por sí misma, prefería esperar tranquila, sin pensar en nada, hasta que alguien se desocupara. Que holgazana, ¿no?